Shakespeare

"No temas a las sombras ni al olvido, que tras la noche un nuevo día brillará sonriente y con la espada rota del héroe caído se forjará la espada del valiente..." (W.S.)



Quizás la mayoría de nosotros comienza a escribir la historia de su vida mientras la está viviendo. Otros esperan a que pasen grandes cosas y otros escriben grandes cosas que quizás nunca vivirán… (Adolfo)































































martes, 1 de enero de 2013

Para estar mejor…

 “Mira, losotro lo fuimo aya al fondo de la caye… ve donde dobla la vía?... y cortamo un pino que no pasaba  por la puerta…”

Tino tendrá unos once años y me cuenta que sí va a la escuela y que es uno de los más grandes del grado. Que lee y escribe mejor que los otros. Antes me narraba como consiguió el arbolito para esta navidad y que le tuvieron que hacer lugar adentro de la casa. Su casita es un espacio relativamente grande –comparado con las casas vecinas del barrio- que está dividida por una especie de tabique de maderas de distintos largos y anchos y cargada de afiches de ambos lados. Esas serían las dos piezas, donde le hicieron lugar al arbolito. La cocina está como adosada a un costado y el baño casi al final del corto terreno. Todo el exterior es una mezcla de maderas, algunas chapas grandes de publicidad y algo de pared de ladrillos de canto, que parecería ser la idea original de cuando se empezó la construcción. Tino dice que él siempre vivió allí; “desde muy chiquito”. El techo es de chapas de zinc y llama la atención que son infinidad de recortes pero muy prolijamente acomodados y encajados entre sí.

Tino hacía tiempo que quería que yo visitara su casa y mostrarme el arbolito fue su excusa para que no me pudiera negar. Mientras caminábamos él no paraba de contarme cosas de él, de su familia y del barrio. Vivía allí con sus padres y cuatro hermanos más porque “mi papá no sirve para hacer chancletas”.

“losotro nos venimos a vivir en la Moré, cerca de la vía, cuando mi viejo se enfermó y se quedó sin laburo, el Pablo era más grande y dice que yo vine acá y tomaba teta todo el día y mi mama me llevaba al laburo con ella”

No es difícil hablar con Tino, solo cuesta seguirlo. Es verborragico, extrovertido y tiene una buena dosis de chispa y picardía que hace que uno no pierda el hilo de su relato. Relato que va y viene, mezcla los tiempos y es sumamente ilustrativo. Además gesticula todo el tiempo, señala y hace pausas para ver si uno lo escucha. Frente a algunas repreguntas, es un hábil gambeteador para no hablar de lo que no quiere.

No creo que más de un metro veinte separe el piso de su flequillo oscuro y empecinado en caer sobre su redonda cara; atrás quedan unos ojos negros grandes y siempre bien abiertos y vivaces que intentan verlo todo. Brazos largos y fibrosos, piernas esmirriadas y un torso cobrizo sin remera que se complementa con una gran bermuda de varios colores. A los pies, ojotas ya finita de tanto correteo. “Gorra no me pongo porque la usan los chabones paqueros”.

Ya en su casa, en una mesa afuera, me muestra una madeja de luces que le pondrá al arbolito cuando terminen de revisarlas. Las fueron juntando él y sus hermanos –porque su viejo junta otras cosas- y las están probando para que prendan todas. “Lo que pasa es que la podemo probar de noche cuando hay luz”.

“Acá –señalando una especie de patio entre dos grandes árboles al frente de la casita- nos juntamo con mis tíos y tías y toda la primada Alonso, Valdés y que se yo como se llaman losotro, para la navida y cuando se termina el año”

Aprovecho para preguntarle que es la navidad para él.

“Nace el niño… que vos me dijiste que es como losotro… y le hacemo el pesebre; hay mucha comida y gaseosa y no nos acostamo. Tiramo cohetes a las doce y salimo con toda la primada –las nenas también- a recorrer el barrio y ver amigos. Para fin de año siempre quemamo un muñeco grande hecho con lo vecino… podes venir si queres!!!”

Ya en la despedida, sobre la calle de tierra y enfilando para volver en el cole, le tiro en voz baja que busca complicidad entre nos: “¿Qué esperas que pase el año que viene?”

Tino se inclinó para acariciar su perrito marrón de grandes manchas blancas, que siempre estuvo alrededor nuestro, y por un instante la sonrisa picaresca pareció salir de su cara; se pasó su curtida mano por el flequillo y me miró fijo; “Irnos a otra casa más grande y más cerca de la escuela, mi papa dice que es para estar mejor” + (PE)
                                                                  Por Adolfo Pedroza.// Rosario. Santa Fe
Publicado en Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
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