Shakespeare

"No temas a las sombras ni al olvido, que tras la noche un nuevo día brillará sonriente y con la espada rota del héroe caído se forjará la espada del valiente..." (W.S.)



Quizás la mayoría de nosotros comienza a escribir la historia de su vida mientras la está viviendo. Otros esperan a que pasen grandes cosas y otros escriben grandes cosas que quizás nunca vivirán… (Adolfo)































































martes, 12 de abril de 2011

La fuerza esperanzadora del hambre…

… pero dadme, una piedra en que sentarme.
… pero dadme, por favor, un pedazo de pan 
… pero dadme, algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse,y después me iré…
                                                                                                        (César Vallejo/La rueda del hambriento)
            El pensamiento utópico del filósofo Ernst Bloch (fallecido en 1977) sobre la dialéctica de la esperanza, buceaba en la historia de los tiempos pasados y del tiempo presente orientado por lo que él llamaba “el principio de la esperanza”.
Me atrajo de su investigación y desarrollo que él toma la idea del poder de la esperanza como algo enraizado en lo más profundo de la existencia humana y ésta adquiere el dinamismo propio de la vida. Lo que en un comienzo era un mero principio de vida, aparece ahora como una conciencia anticipadora de la realidad que se ve reflejada en los varios niveles de la conciencia.
            Bloch hace una primera distinción de la raíz de la esperanza que me sorprendió y sorprende: “el hombre tiene conciencia de su hambre”. ¿Qué hace un filósofo interesándose por algo tan banal? Al preguntarme esto no quiero decir que no era ya un problema de su tiempo, sino que no era un tema que interesara a la filosofía occidental pese a que el pensamiento marxista (reflexión dialéctica de la realidad) la obligaba a pasar de una construcción abstracta  a la comprensión de lo concreto.
            Esta toma de conciencia de que tenemos hambre es un fenómeno universal; si bien se puede decir que “el hambre es tan viejo como la humanidad” no se pude omitir que la conciencia de la misma es un hecho concreto del siglo XX por lo cual el siglo que se fue (y lo que va del actual) han realizado poco y nada. Si partimos de que el hambre es un hecho socio-económico-político-universal nos encontraremos en corto trecho con una significación mucho más profunda que nos hace entender lo que constituye la condición humana.
            Bloch expresa que esta necesidad fisiológica, inmediata y constreñidora (el hambre) no es recibida con indiferencia sino que lo proyecta al hombre fuera de esa indiferencia y despierta su conciencia. Aquí el hombre no sólo padece necesidades, sino que tiene conciencia de ellas. Esta toma de conciencia no se queda en lo abstracto sino que pretende comer algo; o sea que se toma conciencia y se buscan los métodos de satisfacerla.
El hombre se estructura como un ser carente, imperfecto e insatisfecho que a la vez sabe que puede y debe alimentarse. No es menos cierto que esto se repite todos los días y varias veces por día. Aquí aparecerá también una dimensión temporal concreta, el hombre sabe que una vez saciada, el hambre volverá a reaparecer. Entonces esta conciencia adquiere una alta y profunda significación cuya base es un proceso dinámico y dialéctico por el cual se toma conciencia de carencia de un bien deseado y de la posibilidad de actuar para pasar de la carencia a la satisfacción. Precisamente sobre esto, Bloch constituye el proceso del principio de la esperanza; la toma de conciencia de la carencia, de la posibilidad y de un probable.
            También aparece otra característica de la conciencia del hambre que hace que ésta no es solamente una sensación individual e interna; el proceso que se da en mí también se da en otros. Por lo tanto, la comida (sobre todo cuando escasean los medios para conseguirla) puede ser consumida por el otro y esto puede surgir como algo violento. En un segundo momento también puedo pensar que el proceso podría no ser violento si se da el compartir esa comida. Y todavía podría ser mejor, yo y el otro podríamos reclamar juntos y ambos tendríamos qué comer; esto implica una organización social en la que, comunicándonos, cada uno podría comer una parte para satisfacer sus carencias.
De esta manera, la toma de conciencia no encerraría al hombre en su miserable condición de hambriento, sino que lo llevaría a salir de su condición en busca de una solución. Este despertar logra transformar aquellas preguntas que lo atormentaban (¿qué comer?, ¿Dónde buscar comida?, ¿Cómo reducir mi hambre mañana?...)  en actos concretos. Allí nace el primer acercamiento a las utopías que serán construcciones imaginarias por las que el hombre intentará construir situaciones en las que estas necesidades sean reducidas e, incluso, dejen de existir.
            Frente a la presencia concreta del hambre en nuestro tiempo, frente a un sistema que intenta la destrucción de cualquier organización social liberadora y frente a un pensamiento que intenta dar por muertas las utopías… ¿Qué haremos?
                                                                                             A. P./Rosario/Santa Fe (Ya hace un tiempo)