Shakespeare

"No temas a las sombras ni al olvido, que tras la noche un nuevo día brillará sonriente y con la espada rota del héroe caído se forjará la espada del valiente..." (W.S.)



Quizás la mayoría de nosotros comienza a escribir la historia de su vida mientras la está viviendo. Otros esperan a que pasen grandes cosas y otros escriben grandes cosas que quizás nunca vivirán… (Adolfo)































































martes, 12 de abril de 2011

los ojos sin secretos

Los ojos sin secretos

Salgo del trabajo, es casi medianoche del viernes y camino por la Avda. Pellegrini con todo su mundo y submundo extendido en sus calles, negocios, esquinas y recovecos de obras en construcción. Tiempo de vuelta a casa desandando la senda sin apuro porque nadie aguarda. Es el tiempo de dejar que los ojos puedan captar toda esa variedad de caras, imágenes, colores, matices y gestos a lo largo de unas cuadras. También habrá tiempo para un helado, rico, de tres colores y a precio posible.
En uno de los cruces, la esquina tiene para mi un cuadro conocido. Un muchachito de no más de 12 años que trata de deslumbrar a los automovilistas, detenidos por el  semáforo, con tres pelotitas color fluor que arroja por el aire, ataja y las vuelve a revolear de a una, de a dos y hasta de a tres en un circulo imaginario creado por la habilidad de sus manos. Ahora, exhibiendo las tres pelotitas en una mano en alto, recorre los autos por una moneda que premie su muestra artística.
A un costado, sentada en la vereda y con cara de aburrimiento, está su hermanita que le hace señas que son un evidente reclamo. Él le dirá “Ya va Mai, ya va!”.
Mai, que tendrá unos 6 años, tiene unos ojos grandes y negros que te atropellan para no pasar desapercibidos. Otras noches la he visto pidiendo la contribución auto por auto para la destreza artística que realiza su hermano. Hoy está como “empacadada”.
Ya en la cola de la caja para mi ticket del helado, veo como su hermano la toma de mala gana de la vereda y la ubica en la cola; a mis espaldas la discusión es fuerte. Ella insiste en que él prometió y él se defiende diciendo que la mami pasó a buscar plata para comprar y que todavía no volvió a juntar… ella le retruca que es uno chiquito… pero de dos gustos y le vuelve a decir con voz fuerte: “Lo prometiste y yo te ayudé”
Mis ojos miran aquel gran salón con coquetas y blancas mesas, con adolescentes vestidos como tales y con gente un poco más grandes vestidas con colores de moda, ropa de estilo y zapatos de marca. El ambiente general es de charla, hay bullicio y los grupos no son de más de 3 o 4 personas. Todos parecen formar pequeñas islas a las que parecería no importarle el resto.
A todo esto la cola se ha movido y mientras recibo mi ticket, a mis espaldas, la discusión continúa porque Mai no está dispuesta a resignar su helado de dos colores. Salí ya de la cola y unos pasos más adelante espero que me sirvan el helado. Escucho aún la discusión del cajero con el hermano de Mai porque el dinero no alcanza… “Además te dije que no los quiero dentro del salón” le recriminan y él responde, respetuosamente, que su hermanita lo comerá afuera. Dos lagrimones ya ruedan por los ojazos de Mai, que no se resigna a no tener su helado, mientras la negociación sigue con el señor de la caja. Los ojos del hermano de Mai están algo desorbitados y se siente mal sabiendo que todos lo miran… solo recrimina a su hermana para que no llore.
Finalmente y luego de haber dejado un dinero sobre el mostrador de la caja, aguarda a un costado y al rato le traen el helado a Mai. He retirado mi helado y estoy sentado en unos bancos del exterior del negocio, las mesitas individuales están repletas.
Mis ojos están enfocados en Mai que disfruta ahora del helado. Algunas lágrimas todavía bordean sus ojos, pero estos están ahora encendidos y regalan todo su brillo a aquel casi minúsculo helado de dos colores. Está sentada en cuclillas en la vereda, del lado de afuera del local y donde no hay mesas, y apoyada contra el vidrio,
Está frente a mí, pero no me ve. Tampoco ve a su hermano que ya ha vuelto a la esquina. Está sobre la senda peatonal y, de frente a los autos, revolea las pelotitas de color fluor cada vez más alto y con mayor velocidad. Hasta con bronca se podría decir.
Mai, a primera vista, es la cara de la alegría. Sus ojos grandes y negros se convierten en transparentes donde uno puede empezar a ver todo su dolor interior,  su falta de niñez, aquellas lágrimas que brotaron porque no podía comer un helado como cualquier otro niño y que todavía deambulan por su rostro.
Esos ojos no tienen secretos, están perdidos en la ciudad y forman parte del paisaje cotidiano en el que vivimos. Ella es uno de miles de nuestros niños que muchos ojos parecen no ver. Hoy quedan afuera de una heladería con la misma simpleza que mañana quedaran afuera de la vida. Y parece que nosotros, a veces, no tenemos ojos ni siquiera para ver que esto está pasando.

                                                                                Adolfo A. Pedroza/Rosario/Santa Fe
                                                                                                                                                       (Dic.2010)