Shakespeare

"No temas a las sombras ni al olvido, que tras la noche un nuevo día brillará sonriente y con la espada rota del héroe caído se forjará la espada del valiente..." (W.S.)



Quizás la mayoría de nosotros comienza a escribir la historia de su vida mientras la está viviendo. Otros esperan a que pasen grandes cosas y otros escriben grandes cosas que quizás nunca vivirán… (Adolfo)































































miércoles, 2 de noviembre de 2011

Eya y su papá...

Eya y su papá…
Por Adolfo Pedroza.
Rosario. Argentina

Cuando uno camina cotidianamente por la ancha avenida, se va dando cuenta que cuando ve a personas dos o tres veces en un mismo lugar es porque ya se han instalado allí de alguna manera.

Ya sabe que las verá todos los días, en este caso todas las noches, en la tarea que las descubrió una vez. Habrá una frase, una forma de pararse o una seña particular que me harán  saber que están allí. Ya transitados los primeros fríos, entonces no están tan visibles porque necesitan resguardarse, pero la tarea de “trapito” (*) igual los dejará expuestos más de una vez.

“Ese auto es tuyo papi… y ya se va”. Eya repetía esto a su papi y él se multiplicaba para recibir la moneda del auto que se iba a la vez que indicaba como estacionar al que llegaba.

Eya tiene al costado del balde plástico azul donde se sienta, una especie de cunita donde pone su pequeño muñeco cada vez que debe levantarse para indicarle algo a su papa. A veces se para y va hacia el auto cercano que está por irse y le dice: “Mi papa ya viene”.

Es curioso escucharla hablar remarcando la “ye”; en el “ya viene”; o en el “se está yendo” o cuando dice “tuyo”. Supongo que lo hará también en otras palabras, pero estas son las que más le he escuchado.

La noche que me acerque a hablar con su papá me dijo: Yo soy “trapito veloz” y me pidió un cigarrillo. A mí: “no fumo”, contestó con un seco: “Hace bien”. Noté que él también –aunque en menor medida- remarcaba “la ye” y para hablar de su hija me decía “Eya”. Y así la llamaba.

Me contó –en diferentes noches- que era buena alumna en la primaria y muy buena hija. Que de noche le daba una mano a él con los autos. En realidad, la mamá de Eya (de la que tampoco dijo su nombre), la dejaba ahí con él mientras se iba a hacer una changa de dos horitas en el barcito de enfrente. Esto era entre las diez y las doce de la noche. Entonces él changueaba con los autos y Eya era su “secretaria”; hablaba y su cara se iluminaba con una ancha sonrisa. A eso de las doce y cuarto agarraban el 110 para volver al barrio para llegar “pasaditas la una, cuando todo se ponía algo peligroso”. Los días de “yuvía” él se quedaba a cuidar a Eya y solo la patrona venía al barcito. Él la esperaba con algo calentito en las casas y aprovechaba para acostar a Eya más temprano.

Entre auto y auto, moneda y moneda que tintineaba en sus bolsillos en medio de algún que otro billetito, no paraba de hablar de su hija. Cuando un auto lo alejaba de lugar de Eya, yo la miraba como para hablarle, y me decía: “No me entretengas que tengo que mirar los autos y hacer que este bebe se duerma”

Sus diez años no se condecían con esa figura diminuta, flaca y pelilarga. Por momentos parecía toda una empresaria viendo el fluir de “sus autos” y  custodiar el deambular de su “papá/obrero” a la vez que miraba de reojo que su bebe durmiera porque era tarde. Por momentos le cantaba y hasta le decía: “¡Como te vas a dormir con estos ruidos!”. Luego lo acostaba como si se hubiese dormido, para levantarlo al poquito rato y retomar ese ritual. Era todo un juego conjugando la realidad y la ficción, solo yo era el que no entendía cuando empezaba uno o terminaba lo otro.

Borges solía decir: “No necesariamente la ficción es contradictoria con la realidad”; creo que en este caso se complementaban. Un artista plasmaría esto en un cuadro que los entendidos verían como surrealista, mientras que otros verían la miseria de todos los días matizada con amor, pero pobreza al fin.

Hoy vemos un desfile de propuestas políticas, económicas y sociales que aspiran a resolver el acuciante tema de la pobreza. Proponen la creación de oportunidades económicas, la promoción del desarrollo humano, el mejoramiento de la calidad de vida, la creación de sociedades que procuren incluir y no excluir a sus miembros.

Se sabe que el crecimiento económico es esencial para reducir la pobreza, pero ello no es suficiente por sí solo. Esas iniciativas deben estar acompañadas de medidas que aseguren que los beneficios lleguen a todos los segmentos de la población. Estas postales de  pobreza son, en definitiva, un agravio a la condición humana y sólo combatiéndola con planes integrales y de largo alcance se logrará que las sociedades sean más equitativas.+ (PE)
                                                              
(*) Son cuidacoches que están en las calles del centro y macrocentro de Rosario; cada cuadra tiene uno. Los que están por las noches suelen ser los que van aprovechando que “el dueño de la calle” de día, ya no está.

Publicada originalmente en:- Agencia de Noticias Prensa Ecuménica: PreNot 9604(08/07/2011)