No
más menores marginales...
“El
Senado Nacional ha aprobado el proyecto de ley de
responsabilidad penal juvenil, por lo cual el Estado se hará cargo de los
chicos que están en marginalidad y exclusión como forma de premiar
a aquellos que optan por la educación y punir a aquellos que optan por actuar
al margen de la ley...” leyó el Rolo con la vista clavada el diario del bar y
luego exclamó con una carcajada. “Por fin el Estado se decide a proteger a los
chicos” y ya la ironía se borró de su cara mutando a una cara de entrecejo
fruncido. El Rolo es dirigente metalúrgico sindical de base y tiene la fama de
ser un tipo jugado y honesto.
Cuando quiso comenzar
a expresar su tristeza frente al ya casi legalizado castigo de los menores de
14 y 15 años que antes estaban exentos, Marta, una incansable trabajadora
social en un comedor comunitario, se
incorporó como un resorte, pateó la mesa y con lágrimas en los ojos dijo: “Chau
fachos” y se fue.
Por
un corto y pesado tiempo el silencio se estacionó sobre la mesa y los cinco que
seguían allí sólo expresaban monosílabos difícil de unir. El Rolo quiso salir a
buscar a Marta, pero Roque le dijo: “Dejala, cada uno muestra su dolor como
puede. No es con vos la cosa”.
El
tema estaba descarnadamente instalado en aquella mesa de amigos y militantes,
con toda una historia de largas discusiones en ese mismo lugar “cargado de
historias”.
La flaca Emilia
es visitadora social en un barrio ilegal que se asentó en un pozo y amaga con
no salir más de allí y varias veces había tenido que ir a buscar chicos a la policía
que casi siempre le decía: “Nosotros no los tenemos”
El chueco es
el dueño del barcito que sobrevive como puede y que se banca las cargadas de
los amigos que le dicen: “El delivery de
pizza no es delivery ... si no te lo
lleva el Chueco”. Él es un sufrido testigo entre “el barrio de aquellos” y el
otro donde “vive la gente”
El Roque, rebautizado
como Shrek por sus orejas y timbre de voz; era el que pensaba y meditaba para
luego expresarse con voz ronca y decir profundo.
Julio, nacido
y criado cuando el barrio era uno solo, ha hecho de todo en su vida... y pasó “casi
por todas” y ahora sufre el ser un desocupado cargado de experiencia.
El Pibe, de
edad y nombre desconocido, es siempre el primero en llegar cuando decide descansar
de remisero y es el eterno estudiante que no ceja en su sueño de ser
periodista... “otro tipo de periodista” como le gusta decir a él.
Justamente el
Pibe rompió el hielo instalado desde la ida de Marta y expresó que ni los
milicos del `76 se atrevieron a tanto y que esta democracia –por la que va a
seguir luchando- nos castiga a todos al criminalizar a los chicos. La flaca
trató de explicar como el Estado “institucionaliza” de esta manera a los chicos
de 14 y 15 años para enviarlos a un sistema represivo y carcelario del que no hay retorno. Se voz se quebraba
al decir las edades porque seguramente pasaban por su cabeza imágenes concretas
de chicos marginados del sistema. Roque ironizaba diciendo que se podía ver
como un beneficio que ahora la escuela no tendría que echar más chicos de su
sistema porque la policía le ahorraría el largo trámite de papeleríos y
sumarios. El Estado, ese que debiera ser protector de las personas, se lava
las manos y con una ley le pasa el problema a uno de los poderes que lo
constituyen. El Chueco cree que es una sociedad hipócrita al castigar a los
chicos que ella misma ha permitido en forma cómplice que estuvieran marginados.
El Rolo lamenta que atrás de todo esto no haya ninguna intención de atacar las
reales causas por las cuales los chicos toman el camino de la delincuencia en
forma violenta. Lo entristece que haya gente que aún pueda pensar que este es
el camino más fácil para los marginados y excluidos...
Y el intercambio de opiniones,
pareceres y sentires continúa. Casi parece increíble que la rebelión y presión de
muchos y muchas lograron que los militares en 1976 no impusieran la norma de
tratar como criminales a los menores de 16 años y sin embargo hoy se legalice
esta criminalización de la pobreza y se envíe a los pibes a la cárcel casi
hasta con el agrado de la sociedad. Tampoco nos engañemos con aquello de que el
sistema es “más benigno que el aplicado a los mayores”; la cárcel es cárcel y
los famosos institutos de rehabilitación son cárceles para los más chicos...
pero cárceles al fin.
Desde una mesa
de un bar se puede ver la realidad ensimismado en un diario abierto en la página
de espectáculos, allí donde nuestros divos y divas piden mano dura, tolerancia
cero y pena de muerte. Justamente allí está una de las claves, seguir viendo la
realidad o participar de ella.
¿Podremos
salir de atrás del diario?
Los pibes
marginados y excluidos necesitan que se
levanten las voces
para exigir soluciones y no podemos sentarnos a la mesa de un bar y
escondernos detrás de un diario.
Adolfo Pedroza-Rosario-Santa Fe