Shakespeare

"No temas a las sombras ni al olvido, que tras la noche un nuevo día brillará sonriente y con la espada rota del héroe caído se forjará la espada del valiente..." (W.S.)



Quizás la mayoría de nosotros comienza a escribir la historia de su vida mientras la está viviendo. Otros esperan a que pasen grandes cosas y otros escriben grandes cosas que quizás nunca vivirán… (Adolfo)































































lunes, 1 de abril de 2013

Tenga mano compañero…

¡Arriba, parias de la Tierra! ¡En pie, famélica legión!
Atruena la razón en marcha: es el fin de la opresión.
(*) (Eugène Pottier/1871)

¿Cómo contar que la frase que titulo me fue dicha por un contenedor de basura?

Verano Rosarino, calor condimentado con uno que otro corte de luz y la consecuente falta de presión de agua. Es viernes con la noche avanzada ya a las puertas de un sábado que se anuncia caluroso. Sólo el ínfimo aire que circula por la pequeña terraza ofrece un lugar en la reposera para esperar que venga el sueño.

Solo queda sacar la basura, después de haber lavado los platos. Escaleras abajo, me dirijo al contenedor verde que se estaciona a metros de la esquina; piso el caño que está en la parte baja y en forma automática –a fuerza de hacerlo siempre- revoleo la bolsa a su interior.
           
La automaticidad del caso y el sólo pensar estar ya al aire fresco, no me dejo ver que la tapa del contenedor ya estaba levantada y trabada con un desvencijado cajón; y menos aún detener el tirar dentro la bolsa ante una voz que así me lo pedía.

“Chucho” estaba seleccionando la basura dentro del contenedor. Conocido, porque varias veces lo vi “cirujeando” por la Pellegrini. Me dijo: “Se asustó jefe?” y le dije: “Qué haces por acá?... esta no es tu zona!”.
           
“Es que la mano está brava y cada vez hay que recorrer más cuadras… vio!” Expresándose con su voz ronca y una forzada sonrisa que muestra todos los dientes que le faltan. Valga la contradicción de la expresión.

Cuerpo esmirriado como de jockey profesional, hasta con la misma altura y encorves, tenía algo así como una fusta -con un gancho en la punta- para hurguetear  dentro del contenedor. Siguió un corto diálogo, sobre la noche, la falta de agua, el calor y un chiste sobre el vetusto carrito que a unos metros esperaba lo que se recolectara.

Ya en la reposera, el encuentro con “Chucho” ocupa casi todo lo que pienso. Ofrecerle unos mangos para que vuelva a su casa del suburbio más temprano y comparta algo con su compañera y sus cinco hijos? Pudiera ser… pero me da vergüenza.

Además mañana volverá a patear esas cincuenta o sesenta cuadras que hace “por ronda” (a veces son dos en el día) y así seguirá su vida. “Es que yo me vine del Santiago y ni la escuela pude terminar”; me dijo una vez. Para contarme luego que “cantaba y recitaba como nadie el tango paria” por una monedas cerca de la peatonal.

Siempre expresa seriamente que “no es un paria más” y hasta parece que hay orgullo al decirlo. Quizás no maneje mi concepto de esa palabra. Me duele mi vergüenza y su realidad. No me conforma saber que son muchos, y menos aún la falta de los mínimos derechos sociales. Me sacude el sólo pensar que sus hijos tampoco vayan a la escuela y que en cualquier momento lo voy a ver con algunos de ellos en la calle, como ya lo vi con su compañera.

Son pinceladas crueles de una realidad con la que convivimos, aquellas que la tele no muestra, ni contemplan los números del crecimiento continuo o las  ascendentes ventas de los Shoppings 

El aire fresco se ha tornado raro, el sueño se empeña en demorarse más de lo previsto y el calor parece que fuera más de adentro para afuera. La noche tiene una que otra estrella y una luna remolona que se esconde tras una nube mientras voy tratando de recordar aquella letra de tango que “Chucho” recitaba y que se me confunde con La Internacional.

En realidad, no sé bien ninguna de las dos, pero se bien quien es “Chucho” y que forma parte de una legión que deambula noche a noche por varias calles de nuestro país.
                                                                                          Adolfo Pedroza// Rosario-Argentina

(*) Inicio de la letra de La Internacional, del político y poeta E. Pottier. “les damnés”, que equivale a condenados/réprobos, se traduce por “parias”. La palabra paria, designa en la India a los seguidores de la ley Brahma; privados de todos los derechos religiosos y sociales. Persona de la casta ínfima de los hindúes que son también llamados “intocables” por considerarlos como personas impuras y viles, Obviamente acoto que “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”.-