Shakespeare

"No temas a las sombras ni al olvido, que tras la noche un nuevo día brillará sonriente y con la espada rota del héroe caído se forjará la espada del valiente..." (W.S.)



Quizás la mayoría de nosotros comienza a escribir la historia de su vida mientras la está viviendo. Otros esperan a que pasen grandes cosas y otros escriben grandes cosas que quizás nunca vivirán… (Adolfo)































































viernes, 25 de noviembre de 2011

Algunas líneas...

Del 25 al 31...

(Adolfo Pedroza/Rosario - Santa Fe)

Muchos optan por decir... tiempo de balance. Se meten en sesudos análisis de sus vidas y relaciones en el tiempo que pasó ya los trescientos cincuenta y pico de días. Debo reconocer que nunca me interesó está práctica mas allá de pensar tres o cuatro cosas importantes y seguir en los proyectos que venía.

Hoy desocupado y habiendo pasado con creces el codo de los 50; salgo de mis anteojeras y voy “oteando el horizonte de lo macro”; para preguntarme ¿Cómo estoy? ¿En que mundo vivo? ¿Entiendo yo este tiempo? La visión de desocupado no hace falta ilustrarla porque todos ya saben que forma parte de una realidad de nuestro país y el mundo, y además es un tema que
nuestros amigos y conocidos - que tienen trabajo - esquivan. Y yo quiero que ellos lean estas líneas, que al fin y al cabo son de las que hablamos cuando nos encontramos.

Si el punto de inicio es nuestra provincia, Santa Fe, festejamos un socialismo al cual le cuesta manejar la crisis general que se vive, sobre todo en lo que hace a conductas corruptas ya instaladas y generalizadas que son difíciles de extirpar.

Mucho se ha hecho; queda mucho por hacer y el tiempo se consume. No hace falta decir lo difícil de gobernar cuando “no se es del palo”; pero bastante se hizo y se puede seguir haciendo. A “los del palo”, y ya entrando a nivel país, no les va mucho mejor; se han cometido muchos errores groseros e infantiles, por no decir mal intencionados. Se ha dejado pasar un inmejorable momento internacional de resurgir y hacerse fuerte mientras median fuerzas como chicos para dejar en claro “quien manda”; cosa que basa su ridiculez en el hecho de que nadie lo había puesto en duda.

Después nos toco la crisis como a cualquiera. Como siempre, la pagaron –y seguirán pagando- los que menos tienen. Hay también aquí oportunidades por dos años más para actuar; comenzar a hacerlo con inteligencia, escuchar a todos los votantes y gobernar con sabiduría y mansedumbre. Humildemente pienso que quizás halla que marginar el futbol por TV y poner énfasis en otras cosas que sean realmente importantes “para todos y todas”.

Pasando a lo internacional, me preocupan dos cosas, que están íntimamente ligadas. Frases de un Obama diciendo: “La guerra no debe glorificarse y tiene un costo, pero los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz". Luego acotó sobre la paz - cínicamente para mi gusto - "la creencia de que es necesaria raramente es suficiente para lograrla". Dicen que cuando recibió la medalla expresó que lo hacía con profunda gratitud y una gran humildad; y yo esperé que la devolviera. Parece que tendré que seguir esperando.

Que decir de una cumbre que nos esperanzó y decepcionó en igual medida alcanzando un acuerdito de mala muerte y una pálida declaración final con metas que sabemos que no se cumplirán y que, en la práctica, nadie esta obligado a nada.
La esperanza de un mundo mejor tratado y donde sea hermoso vivir, pareció esfumarse y traernos aquella frase del Hamlet de Shakespeare. “Algo esta podrido en Dinamarca”.

Al faltarle el maquillaje, la calavera va quedando más al descubierto y nos muestra la cara que todos conocemos de lo que se denomina capitalismo –que reparte hambre y miseria- y el neoliberalismo, que dentro de él va por todos los recursos naturales del planeta. En sus planes las personas somos descartables y el consumismo es el tótem de adoración.

Es evidente que entramos en nuevos tiempos y se perciben difíciles. Los consensos empiezan a verse como utopías y cuestan más nuestras luchas y denuncias. El eje de conflicto norte-sur acentúa mas las diferencias entre los que tienen y los que no tienen (tenemos). El gigante modelo capitalista, junto a su neoliberalismo y su consumismo; mata a su alrededor mientras tambalea y muchos y muchas ya nos damos cuenta sobre quienes caerá.

(Inicialmente publicado en Ecupres/PreNot 8648 del 29/12/2009 y reproducido por otros medios alternativos)

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Y los reyes son...

Y LOS REYES SON…
                                          Viendo la nota de noche de reyes magos (de Faustino Vilalabrille *) uno no puede dejar de estremecerse y ser traicionado por sus propios recuerdos.
            También cuando niño y criado sin mis padres, esperaba aquella noche de reyes magos, cortaba el pasto y ponía el agua. Se ve que no encontraron a mis padres porque nunca los trajeron o a lo mejor, ellos no quisieron venir. Claro que tampoco entendía porque no venía un camioncito con autitos que transportaba, ni la pelota de fútbol, ni la muñeca para mi hermana. A veces se acordaban, pero como tenían mala memoria (decían mis abuelos...); nos dejaban un autito chico y una pequeña muñeca de plástico: Mi hermana chocha y yo guardaba el autito para ponerlo en el camioncito que alguna vez se iban a acordar de traer.
            Mas tarde uno descubre que esos tres no eran tres y que el negro estaba allí solamente por una cuestión de clases y ya no pide más, ni pone pastito, ni agua; y mucho menos los zapatos. Porque es el único par que se tiene y no vaya a ser que otro lo necesite y se los lleve sin permiso.
            Sin embargo, el jugar al “como sí...” es tentador. Uno piensa en la erradicación del hambre, de la miseria de la marginalidad. Pero se da cuenta que eso es “lo macro” como le llaman. Y entonces hay que afinar la puntería y hacer pedidos más concretos de cosas que puedan hacer factible lo primero
            Y bueno juguemos al “como sí...”
            Pido por gobernantes honestos con un oído puesto en el pueblo, pido por un baño de humildad ante tanta soberbia, pido por chicos en las escuelas con su pancita llena y una sonrisa que no sea para la foto, pido por aquellas que sostiene a pulmón comedores comunitarios... y si no es mucho pedir... que estos dejen de funcionar indicando que no hacen falta.
            Pido también que tomemos conciencia que el Jesús se bajo de la cruz y hoy camina junto a su pueblo, que no digamos tanto “Señor... Señor” y nos golpeemos el pecho; sino que lo hagamos visible entre nosotros. Pero no en la cara del hambriento, del drogado o del marginado (que ya sé que es donde se nos muestra); sino en caras que muestran que esta vida es hermosa para ser vivida y que él la quiere en plenitud. En cada rostro de los sufrientes que nombre, también hay un rostro que puede demostrar alegría y plenitud si es que estamos dispuestos a lograr que ellos también puedan acceder.
            Si pienso en un mundo “Como si... fuera casi perfecto”; también recuerdo mi niñez; llena de esperanzas pese a la pobreza y criado en el amor de mis mayores. Y sé que eso existe y esta escondido detrás de la soberbia que gobierna al mundo generando cada vez mas ricos mas ricos y pobres de pobreza extrema.
            También les podría decir a los magos que tengo para agradecer por todos aquellos y aquellas que siguen esperanzados en un mundo mejor y luchan para lograrlo. Es cierto soy grande ya...; pero sigo jugando al como si... y sabiendo que pese a falta de reyes magos y la sobrevivencia de Herodes... la utopía de juego nos lleva a arremeter contra los molinos de viento...


* Note en Prensa Ecuménica (Faustino Vilalabrille) y yo traté de adaptarla a mi historia de vida, mis deseos, mis luchas, etc. (Solo está publicado en este blogs)

Valor estigmativo

Valor estigmativo

                  Escuchamos y leemos muchas veces sobre la estigmatización de la pobreza (o de los pobres) y se nos habla –más bien se nos instruye- sobre “un raro mecanismo de defensa que es bueno que ejercitemos los normales”.
            Nos podríamos aproximar diciendo que la estigmatización se produce cuando una persona posee –o cree poseer- algún atributo o característica que conforma una identidad social que es devaluada en un contexto social determinado. El contexto podría ejemplificarse diciendo que quien es estigmatizado con la pobreza en un determinado grupo; es un simple pobre más en un grupo de pobres.
¿Cómo se ve, siente y vive la estigmatización desde el punto de vista de la victima? Si sos joven, de piel caucásico (como queda bien decir ahora), de pelo oscuro y si –además- tenés una campera y una gorra con la visera echada para atrás… todos te miraran incómodos y hasta asustados, si pasas corriendo… un ómnibus que se te va y que te hará llegar tarde al trabajo si lo perdés.
            Los individuos estigmatizados deberán enfrentar el día a día con experiencias negativas, como ser: insultos, rechazos, desprecio y (llegado el caso) agresión física. Su “categoría social” de estigmatizado le acarreará ser devaluado y ninguneado dentro de un contexto social  en el que “alguien” ha decidido que él ya no pertenece. Ese alguien también se podría denominar “algunos”. Dentro de ese marco, los estigmatizados, transmiten una imagen social negativa y sus pensamientos parecerán ambiguos.
            Las personas que sufren en la cotidianidad la estigmatización, no son precisamente pasivas en sus relaciones interpersonales y/o intergrupales. Justamente deben poder sobrevivir psicológicamente al rechazo, devaluación y exclusión a las que son sometidas;  de allí las estrategias que elaboran.
            No resulta raro que muchas veces los estigmatizados “ajusten sus conductas a lo que se espera de ellos”. Por otro lado, aquellas personas o grupos que estigmatizan leerán el resultado de las conductas de los estigmatizados como una profecía auto-cumplida. Baste leer titulares de los diarios y/o copetes de notas sobre temas sociales nuestros de cada día, como por ejemplo: piquetes, toma de tierras, asaltos secuestros express, etc.
Autores como J. Crocker y D.N. Quinn (1999) coincidían en decir que la estigmatización es la devaluación y deshumanización del otro. Aparecen entonces los efectos lógicos que la estigmatización trae consigo y que se ven reflejados en los afectos y se manifiestan en conductas. Es obvio decir que los estigmatizados se sienten infelices y esto nos ayudará a comprender que esto se manifiesta en su enojo, rebeldía, amargura y en una bajísima autoestima. Si el contexto social los estigmatiza, el estigmatizado interiorizará una visión negativa de  los que lo integran y elaborará estrategias  defensivas a fin de poner a resguardo su ya dañada autoestima.
Un estigma es cualquier característica que deja a un individuo o grupo al margen de la mayoría de la población, haciendo que unos u otros despierten sospechas u hostilidades. Hoy en medio de la tan mentada inclusión social, sabemos que también hay una significativa exclusión de la misma sociedad. Pensemos solamente en la cantidad de jóvenes que ni estudian ni trabajan; ¿Cuál es entonces el motor de sus vidas?. Sin inclusión en la educación, fuera del aparato económico productivo, al margen de programas de salud y en medio de una sociedad que “los mira raro”, ¿Cómo se dará esa maduración del proceso interior que es necesario que realicen?
Es cierto que la sociedad en que vivimos posee valores solidarios importantes, pero no es menos cierto que también es una gran productora de estigmas basados en estereotipos y percepciones que suelen ser falsos o solo parcialmente correctos. La valoración que realizamos de nuestro entorno se empieza a llenar de dudas y esto se profundiza en este tiempo donde manejan nuestras libertades agitando la inseguridad que nos hace desconfiar hasta de nuestros vecinos y conocidos.
                                                          Adolfo Pedroza-Rosario-Santa Fe

Unos locos con carnet...

Unos locos con carnet…

Aquí estamos otra vez frente a acontecimientos que sacuden la vida de los seres humanos y un planeta que trata de reacomodarse siguiendo sus propias leyes naturales mientras se pregunta ¿porqué lo tratamos tan mal?. Las voces se alzan por miles para decir fatalidad, catástrofe y/o hablar de la implacable naturaleza. Todo esto mientras miramos para otro lado y no nos hacemos cargo de nada.
¿A qué se supone que estamos jugando? Para tener un botón de muestra, podríamos decir que los países industrializados –entre los que Estados Unidos dijo “Yo no lo haré”- recortaran sus emisiones de gases entre el 15 y el 21 por ciento respecto a cifras de 1990. En números sería que 39 naciones industrializadas “harían el esfuerzo” de estar entre 10.700 y 9.900 millones de toneladas de dióxido de carbono para el 2020 en comparación con los 12.530 millones de toneladas registradas en 1990. Esto dentro de un marco donde un panel de científicos de la ONU planteo recortes de entre el 25 y el 40 por ciento para evitar consecuencias del calentamiento global como olas de calor, inundaciones y el aumento del nivel del mar.
También anda por allí un  llamado “Protocolo de Kioto”, no suscripto por Estados Unidos (el mayor emisor de gases tóxicos… luego de China) porque su ex-presidente dijo que cumplir con este Protocolo “sería muy costoso” (¿?); aunque el actual presidente (Barack Obama)  dijo que sí “desea” que su país esté en el 2020 un 14 por ciento debajo de los valores de 1990. Además, la Unión Europea, Suiza, Noruega y Liechtenstein están ofreciendo las mayores reducciones -algunas con condiciones- de acuerdo a los planes. Pero otras, como Canadá, Japón, Bielorrusia y Rusia están entre aquellos que tienen programados “menores recortes”.
Vuelvo a preguntar: ¿A qué jugamos? No nos engañemos y escuchemos a un tal Yvo de Boer -jefe del Secretariado de Cambio Climático de la ONU- que dijo que “las promesas para el 2020 están a millas de distancia de lo necesario para cumplir la meta establecida por líderes del Grupo de los Ocho (G8) durante una cumbre celebrada en julio en Italia, que busca reducir las emisiones en un 80 por ciento para el 2050.
También nos dijeron que la energía nuclear era altamente beneficiosa y que los accidentes de los reactores nucleares son prácticamente inexistentes con las medidas de seguridad que se pueden lograr hoy en día… Pero entonces ¿Qué pasó en Japón?. Esa isla tiene nada menos que 54 centrales nucleares y un alto índice de posibles movimientos sísmicos. ¿Será acaso que no sabían que estas “fatalidades”, “catástrofes” y/o “la implacable naturaleza” podía concretar estos hechos?
Bien. Parece que ahora nos dicen que “no estaban cubiertos todos los riesgos”; ni para controlar reactores nucleares, ni para encausar los desastres de las refinerías de petróleo y menos aún las fábricas de productos químicos. Tratan de explicarnos, en difícil y aprovechándose del dolor real que nos provoca la situación de los seres humanos que viven en Japón, que se deberán liberar gases contaminantes del reactor nuclear a la atmosfera, porque sino la explosión de este será inevitable por el recalentamiento. Pero nada nos dicen de las protecciones físicas que se habían tomado “concienzudamente” para que la radioactividad no afectara ya nunca más a los seres humanos… “porque después de Chernobyl hemos dado gigantescos pasos”
Esos “loquitos de Greenpeace” dicen: “hacemos un llamado para que se cierren de forma organizada pero urgente las centrales nucleares existentes, y a no construir nuevos reactores. Los Gobiernos deberían invertir en energías renovables que, además de ser medioambientalmente sostenibles, son las más baratas y las más seguras. Esta energía no se puede incluir, como muchos pretenden, en un modelo energético limpio, seguro y sostenible.”. Y me parece que se agota el tiempo de escucharlos
En definitiva, es la hora de que no cerremos los ojos a aquello de: “ que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet…” como canta el “Nano” Serrat y encarnemos esa súplica que dice: “Se sirva tomar medidas y llamar al orden a esos chapuceros que lo dejan todo perdido en nombre del personal. Pero hágalo urgentemente para que no sean necesarios más héroes ni más milagros pa' adecentar el local...”(*)

Adolfo Pedroza – Rosario/Santa Fe (Marzo2011)

(*)A quien corresponda/ Letra y Música de J.M. Serrat

Una paloma blanca

Una paloma blanca
Se acercó a mí lentamente y algo cabizbajo, no más de un metro entre su naricita y el suelo, pelito colorado, remera de hermano mayor y un desprolijo pantalón con remiendos en la rodilla. Las manos atrás, en claro gesto de esconder algo... ¿Usted es el pastor? fue el primer disparo a quemarropa y sin presentación. Se detuvo a unos metros como dispuesto a no acercarse si no recibía contestación.
Yo lo miraba fijamente mientras asentía con la cabeza. El Pedro es mi amigo... y viene a religión; dice que usted le enseño que el Espíritu Santo es una paloma... una paloma blanca...
En toda esta balbuceante frase me miró fijamente a los ojos, tratando de ver si era verdad lo que le contó su amigo. Me acerqué unos pasos hacia él y me senté; lo invité con el gesto de marcarle el lugar en un banco. Continuaba mirándome.
Y... ¿qué más te contó el Pedro?... Que usted les lee La Biblia y ellos juegan y se empujan... y después juegan a la pelota y... ¿Qué es el Espíritu Santo?... Porque el Pedro dice que es Dios... ¡Qué va ser!...
Ahá...¿y a vos que te parece? ¡Eso es un cuento del Pedro! Dios no puede ser una paloma blanca.
Noté que de repente el coloradito bajaba la cabeza y apretaba más contra su espalda aquello que sus manos ocultaba, hasta me pareció que su voz se quebraba en aquella última frase. Lo invité a nuevamente a sentarse, ahora con el gesto y la palabra, y aceptó; aunque no muy cerca mío. Lo miré con toda la ternura que me despertaba y nuestras miradas se cruzaron por un fugaz instante. Le brotó un llanto que, hasta ese momento, había sido contenido. Me apreté a él y lo abracé.
¡Vamos coloradito!... ¿Qué te pasa? Yo... yo maté una paloma blanca, dijo entre sollozos... siempre le tiro a los gorriones...pero ¡ni de cerca!... pero a la paloma le dí justito... Dejó caer su cabecita sobre mi rodilla y estalló en llanto. De sus apretujadas manos cayó aquella honda rudimentaria. Dejé de hablar y sólo lo acariciaba.
Lo sentía llorar y me angustiaba aquel pequeño. Me fui perdiendo en imágenes y pensamientos que me surcaban a mil...
¿Cuantas palomas blancas habremos matado los hombres? ¿Alguna vez lloramos por ello? ¿Una sola vez nos habremos arrepentido?
Adolfo A. Pedroza/Rosario/Santa Fe
Publicado originalmente en la  Red Latinoamericana de Liturgia CLAI

Eya y su papá...

Eya y su papá…
Por Adolfo Pedroza.
Rosario. Argentina

Cuando uno camina cotidianamente por la ancha avenida, se va dando cuenta que cuando ve a personas dos o tres veces en un mismo lugar es porque ya se han instalado allí de alguna manera.

Ya sabe que las verá todos los días, en este caso todas las noches, en la tarea que las descubrió una vez. Habrá una frase, una forma de pararse o una seña particular que me harán  saber que están allí. Ya transitados los primeros fríos, entonces no están tan visibles porque necesitan resguardarse, pero la tarea de “trapito” (*) igual los dejará expuestos más de una vez.

“Ese auto es tuyo papi… y ya se va”. Eya repetía esto a su papi y él se multiplicaba para recibir la moneda del auto que se iba a la vez que indicaba como estacionar al que llegaba.

Eya tiene al costado del balde plástico azul donde se sienta, una especie de cunita donde pone su pequeño muñeco cada vez que debe levantarse para indicarle algo a su papa. A veces se para y va hacia el auto cercano que está por irse y le dice: “Mi papa ya viene”.

Es curioso escucharla hablar remarcando la “ye”; en el “ya viene”; o en el “se está yendo” o cuando dice “tuyo”. Supongo que lo hará también en otras palabras, pero estas son las que más le he escuchado.

La noche que me acerque a hablar con su papá me dijo: Yo soy “trapito veloz” y me pidió un cigarrillo. A mí: “no fumo”, contestó con un seco: “Hace bien”. Noté que él también –aunque en menor medida- remarcaba “la ye” y para hablar de su hija me decía “Eya”. Y así la llamaba.

Me contó –en diferentes noches- que era buena alumna en la primaria y muy buena hija. Que de noche le daba una mano a él con los autos. En realidad, la mamá de Eya (de la que tampoco dijo su nombre), la dejaba ahí con él mientras se iba a hacer una changa de dos horitas en el barcito de enfrente. Esto era entre las diez y las doce de la noche. Entonces él changueaba con los autos y Eya era su “secretaria”; hablaba y su cara se iluminaba con una ancha sonrisa. A eso de las doce y cuarto agarraban el 110 para volver al barrio para llegar “pasaditas la una, cuando todo se ponía algo peligroso”. Los días de “yuvía” él se quedaba a cuidar a Eya y solo la patrona venía al barcito. Él la esperaba con algo calentito en las casas y aprovechaba para acostar a Eya más temprano.

Entre auto y auto, moneda y moneda que tintineaba en sus bolsillos en medio de algún que otro billetito, no paraba de hablar de su hija. Cuando un auto lo alejaba de lugar de Eya, yo la miraba como para hablarle, y me decía: “No me entretengas que tengo que mirar los autos y hacer que este bebe se duerma”

Sus diez años no se condecían con esa figura diminuta, flaca y pelilarga. Por momentos parecía toda una empresaria viendo el fluir de “sus autos” y  custodiar el deambular de su “papá/obrero” a la vez que miraba de reojo que su bebe durmiera porque era tarde. Por momentos le cantaba y hasta le decía: “¡Como te vas a dormir con estos ruidos!”. Luego lo acostaba como si se hubiese dormido, para levantarlo al poquito rato y retomar ese ritual. Era todo un juego conjugando la realidad y la ficción, solo yo era el que no entendía cuando empezaba uno o terminaba lo otro.

Borges solía decir: “No necesariamente la ficción es contradictoria con la realidad”; creo que en este caso se complementaban. Un artista plasmaría esto en un cuadro que los entendidos verían como surrealista, mientras que otros verían la miseria de todos los días matizada con amor, pero pobreza al fin.

Hoy vemos un desfile de propuestas políticas, económicas y sociales que aspiran a resolver el acuciante tema de la pobreza. Proponen la creación de oportunidades económicas, la promoción del desarrollo humano, el mejoramiento de la calidad de vida, la creación de sociedades que procuren incluir y no excluir a sus miembros.

Se sabe que el crecimiento económico es esencial para reducir la pobreza, pero ello no es suficiente por sí solo. Esas iniciativas deben estar acompañadas de medidas que aseguren que los beneficios lleguen a todos los segmentos de la población. Estas postales de  pobreza son, en definitiva, un agravio a la condición humana y sólo combatiéndola con planes integrales y de largo alcance se logrará que las sociedades sean más equitativas.+ (PE)
                                                              
(*) Son cuidacoches que están en las calles del centro y macrocentro de Rosario; cada cuadra tiene uno. Los que están por las noches suelen ser los que van aprovechando que “el dueño de la calle” de día, ya no está.

Publicada originalmente en:- Agencia de Noticias Prensa Ecuménica: PreNot 9604(08/07/2011)

sábado, 24 de septiembre de 2011


El loco
I

Quiero desbarrancarme por entero desde la cima inestable de mi vida, rodar -cual piedra arrasadora- llevando con mis pasos mis penas por delante.

Bajar jugando con el viento y atado en un sí con mis hermanos llegar al borde del abismo,
y allí -con el miedo- detenerme.

Sentirme en este instante: VIVO y dejar mis lágrimas al vació, poder -en el preciso instante- liberar la carga que me invade.

Vagar y vagar en mi existencia, buscando mis razones paso a paso; sentir como el tiempo se amalgama y se desboca en delirios de
esperanza.

Cada noche vivo y sueño con un hermoso despertar, mas el día me devuelve mis ansias de vagar. Vagar cual sombra humilde entre risas y llantos en un salto de niño,
adolescente y adulto -casi en un continuo devenir- y así camino por montañas en delicado equilibrio, y por llanos voy con música, trepo a los árboles hecho risa y desciendo a los profundos valles hecho torbellino, me alzo -sobre la injusticia- blandiendo un puño desafiante y ante la pobreza oculto mi rostro avergonzado y mis lágrimas de impotencia.
II

¡Mirad! Voy a elevarme sobre ustedes para dejarlos solos en este mundo.

No los voy a decir dónde voy, solo les diré que he sido elegido, mi tiempo de vagar se ha detenido y el niño y el adolescente se abrazan con el hombre.

Quizás vuelva por alguno de ustedes, aunque me llamaron loco.

Intenten rodar desde la colina, dejen su piel sobre las piedras, jueguen con el viento y déjenlo llevar sus lágrimas,
pero... deténganse al borde del abismo.

Que los árboles y los valles conozcan a tu cuerpo, que los llanos gozosos admiren tu música, que el torbellino te arrebate y que la injusticia y la pobreza no te resbalen,
entonces, este loco, te llamará amigo, y te unirá a él y a muchos más.
-------------------------------------------------------------------------------Adolfo Pedroza (allá por 1982)

miércoles, 4 de mayo de 2011

Y a mi... ¿Por que me miran?

Y a mí... ¿Por qué me miran?
... a medida que hay más espectadores, disminuye la responsabilidad de cada uno de ellos. O sea: ¿Por qué me tengo que hacer cargo yo si hay otros que también participan de la misma situación?
Adolfo Pedroza | Para Kaos en la Red | 19-10-2010 a las 18:58 | 178 lecturas
"Desde la perspectiva de la economía política el modelo teórico más importante para entender el crimen [....] es el dialéctico: la criminalidad refleja y emerge de las contradicciones inherentes a la estructura política y económica de la sociedad”. (William Chambliss/Indianápolis 1978)
En la madrugada del 13 de marzo de 1964 una mujer fue asesinada en la ciudad de Nueva York. Catherine (Kitty) Genovese regresaba a casa, luego de finalizar su jornada de trabajo como gerente de un bar. Mientras cruzaba la calle desde su coche al edificio donde vivía, un hombre armado con un cuchillo se le acercó, ella corrió para alejarse de él, pero el hombre la persiguió, la alcanzó y la apuñaló. Ella grito pidiendo ayuda, y se encendieron las luces de muchos apartamentos que tenían vista a la calle, mientras las personas se asomaban a ver qué estaba ocurriendo. El atacante se disponía a irse, pero al ver que nadie se acercaba a ayudar a su víctima, regresó para matarla. Ella volvió a gritar, pero él la apuñalo repetidas veces hasta que murió.
Luego se determinó que este horrible ataque, que duró 45 minutos, fue visto y oído por 38 testigos, ninguno de los cuales hizo ninguna acción directa o se molestó en llamar a la policía. (Rosenthal/1964)
Esto de que ninguno de los espectadores ayudara motivo que los medios de comunicación levantaran la pregunta ¿Por qué no ayudaron?
Dos psicólogos de aquella época (Jhon Darley y Bibb Latané) conversaron sobre esto en una comida que compartieron. Eran profesores de la Universidad de Nueva York y tomaron este hecho como un punto de partida de investigación y teorización  sobre los determinantes de la conducta prosocial. Esta conducta refiere a cualquier comportamiento que beneficia a otros o que tiene consecuencias sociales positivas; toma muchas formas, incluyendo las conductas de ayuda, cooperación y solidaridad.
Lo primero y básico que plantearon como suposición fue que el hecho de que los espectadores  no hubieran respondido, no significaba que a ellos no les importaba la víctima, sino que algo acerca de la situación debió haber hecho que ellos dudaran. Al avanzar en sus investigaciones (teóricas y de campo) notarían que los espectadores no actúan frente a estos hechos porque hay una “difusión de la responsabilidad”. Además fueron afirmando la idea de que a medida que hay más espectadores, disminuye la responsabilidad de cada uno de ellos. O sea: ¿Por qué me tengo que hacer cargo yo si hay otros que también participan de la misma situación? (A esto se lo conoce como “efecto espectador”) (*)
Nuestra sociedad se ve sacudida hoy (Octubre; año 2010, Buenos Aires/Argentina) por la muerte de un adolescente que -habiendo sido secuestrado para pedir un rescate de poca monta- logró huir de sus captores, pidió ayuda a lo largo de tres cuadras y no logró que la “conducta prosocial” se activara. Fue recapturado, trasladado a otro lugar y ejecutado. Se podrían citar casos resonantes anteriores como el de Axel Blumberg (Marzo de 2004) y muchos otros que tuvieron solo repercusiones locales.
Claro que no es mi idea cargar sobre aquellos actores ocasionales de este puñadito de casos citados, que hoy vuelven a ser noticia por un muerto más. Por un lado me pregunto: ¿Quién hubiera actuado distinto de estas personas? y  por otro lado pienso en algún tonto bigotudo -desde "las altas esferas oficiales"- diciendo que estos son daños colaterales desde la sensación de inseguridad y algún otro estúpido -mediático o pseudos ídolos populares- diciendo que hay que matar a todos los chorros.
Mientras le pedimos (y exigimos) al gobierno políticas sociales integrales para erradicar estos hechos, ya va estando maduro el tiempo para pasar a ser actores en lugar de espectadores. No hablo de salir armados a las calles, ni de pedir más cárceles (los promedios mundiales de reincidencia arrojan un índice del 65% luego de que fueron “resocializados”), ni de bajar la edad de imputabilidad de los menores, ni de continuar criminalizando la pobreza. Quizás un punto de partida sea empezar a combatir nuestra indiferencia respecto a lo que todos los días vemos en las calles -donde reina la mendicidad- y a nadie parece interesarle y que ya no se puede tapar más dando -por miedo- aquella moneda que nos sobra
Deberemos comenzar a reconocer que existe una emergencia que nos interpela. Asumir nuestra responsabilidad sin mirar de reojo si el otro hace o deja de hacer. Pensar que la victima circunstancial podría también ser un familiar o conocido nuestro. Potenciar nuestra experiencia de vida para ayudar al otro. Dejar fluir esa empatía que nos mueve a sentirnos en lugar de la casual víctima. Seguiría la lista; pero para un primer desafío alcanza.  ¿No le gustaría sacar estas muertes de las tapas de los diarios?... entonces no me diga: Y a mi... ¿Qué?!!!.+ (PE)
(*) Para ampliar información, Psicología Social – R. Baron/D. Byrme – 10ª edición  Edit. Pearson
Publicado originalmentete en www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=

martes, 12 de abril de 2011

La fuerza esperanzadora del hambre…

… pero dadme, una piedra en que sentarme.
… pero dadme, por favor, un pedazo de pan 
… pero dadme, algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse,y después me iré…
                                                                                                        (César Vallejo/La rueda del hambriento)
            El pensamiento utópico del filósofo Ernst Bloch (fallecido en 1977) sobre la dialéctica de la esperanza, buceaba en la historia de los tiempos pasados y del tiempo presente orientado por lo que él llamaba “el principio de la esperanza”.
Me atrajo de su investigación y desarrollo que él toma la idea del poder de la esperanza como algo enraizado en lo más profundo de la existencia humana y ésta adquiere el dinamismo propio de la vida. Lo que en un comienzo era un mero principio de vida, aparece ahora como una conciencia anticipadora de la realidad que se ve reflejada en los varios niveles de la conciencia.
            Bloch hace una primera distinción de la raíz de la esperanza que me sorprendió y sorprende: “el hombre tiene conciencia de su hambre”. ¿Qué hace un filósofo interesándose por algo tan banal? Al preguntarme esto no quiero decir que no era ya un problema de su tiempo, sino que no era un tema que interesara a la filosofía occidental pese a que el pensamiento marxista (reflexión dialéctica de la realidad) la obligaba a pasar de una construcción abstracta  a la comprensión de lo concreto.
            Esta toma de conciencia de que tenemos hambre es un fenómeno universal; si bien se puede decir que “el hambre es tan viejo como la humanidad” no se pude omitir que la conciencia de la misma es un hecho concreto del siglo XX por lo cual el siglo que se fue (y lo que va del actual) han realizado poco y nada. Si partimos de que el hambre es un hecho socio-económico-político-universal nos encontraremos en corto trecho con una significación mucho más profunda que nos hace entender lo que constituye la condición humana.
            Bloch expresa que esta necesidad fisiológica, inmediata y constreñidora (el hambre) no es recibida con indiferencia sino que lo proyecta al hombre fuera de esa indiferencia y despierta su conciencia. Aquí el hombre no sólo padece necesidades, sino que tiene conciencia de ellas. Esta toma de conciencia no se queda en lo abstracto sino que pretende comer algo; o sea que se toma conciencia y se buscan los métodos de satisfacerla.
El hombre se estructura como un ser carente, imperfecto e insatisfecho que a la vez sabe que puede y debe alimentarse. No es menos cierto que esto se repite todos los días y varias veces por día. Aquí aparecerá también una dimensión temporal concreta, el hombre sabe que una vez saciada, el hambre volverá a reaparecer. Entonces esta conciencia adquiere una alta y profunda significación cuya base es un proceso dinámico y dialéctico por el cual se toma conciencia de carencia de un bien deseado y de la posibilidad de actuar para pasar de la carencia a la satisfacción. Precisamente sobre esto, Bloch constituye el proceso del principio de la esperanza; la toma de conciencia de la carencia, de la posibilidad y de un probable.
            También aparece otra característica de la conciencia del hambre que hace que ésta no es solamente una sensación individual e interna; el proceso que se da en mí también se da en otros. Por lo tanto, la comida (sobre todo cuando escasean los medios para conseguirla) puede ser consumida por el otro y esto puede surgir como algo violento. En un segundo momento también puedo pensar que el proceso podría no ser violento si se da el compartir esa comida. Y todavía podría ser mejor, yo y el otro podríamos reclamar juntos y ambos tendríamos qué comer; esto implica una organización social en la que, comunicándonos, cada uno podría comer una parte para satisfacer sus carencias.
De esta manera, la toma de conciencia no encerraría al hombre en su miserable condición de hambriento, sino que lo llevaría a salir de su condición en busca de una solución. Este despertar logra transformar aquellas preguntas que lo atormentaban (¿qué comer?, ¿Dónde buscar comida?, ¿Cómo reducir mi hambre mañana?...)  en actos concretos. Allí nace el primer acercamiento a las utopías que serán construcciones imaginarias por las que el hombre intentará construir situaciones en las que estas necesidades sean reducidas e, incluso, dejen de existir.
            Frente a la presencia concreta del hambre en nuestro tiempo, frente a un sistema que intenta la destrucción de cualquier organización social liberadora y frente a un pensamiento que intenta dar por muertas las utopías… ¿Qué haremos?
                                                                                             A. P./Rosario/Santa Fe (Ya hace un tiempo)

los ojos sin secretos

Los ojos sin secretos

Salgo del trabajo, es casi medianoche del viernes y camino por la Avda. Pellegrini con todo su mundo y submundo extendido en sus calles, negocios, esquinas y recovecos de obras en construcción. Tiempo de vuelta a casa desandando la senda sin apuro porque nadie aguarda. Es el tiempo de dejar que los ojos puedan captar toda esa variedad de caras, imágenes, colores, matices y gestos a lo largo de unas cuadras. También habrá tiempo para un helado, rico, de tres colores y a precio posible.
En uno de los cruces, la esquina tiene para mi un cuadro conocido. Un muchachito de no más de 12 años que trata de deslumbrar a los automovilistas, detenidos por el  semáforo, con tres pelotitas color fluor que arroja por el aire, ataja y las vuelve a revolear de a una, de a dos y hasta de a tres en un circulo imaginario creado por la habilidad de sus manos. Ahora, exhibiendo las tres pelotitas en una mano en alto, recorre los autos por una moneda que premie su muestra artística.
A un costado, sentada en la vereda y con cara de aburrimiento, está su hermanita que le hace señas que son un evidente reclamo. Él le dirá “Ya va Mai, ya va!”.
Mai, que tendrá unos 6 años, tiene unos ojos grandes y negros que te atropellan para no pasar desapercibidos. Otras noches la he visto pidiendo la contribución auto por auto para la destreza artística que realiza su hermano. Hoy está como “empacadada”.
Ya en la cola de la caja para mi ticket del helado, veo como su hermano la toma de mala gana de la vereda y la ubica en la cola; a mis espaldas la discusión es fuerte. Ella insiste en que él prometió y él se defiende diciendo que la mami pasó a buscar plata para comprar y que todavía no volvió a juntar… ella le retruca que es uno chiquito… pero de dos gustos y le vuelve a decir con voz fuerte: “Lo prometiste y yo te ayudé”
Mis ojos miran aquel gran salón con coquetas y blancas mesas, con adolescentes vestidos como tales y con gente un poco más grandes vestidas con colores de moda, ropa de estilo y zapatos de marca. El ambiente general es de charla, hay bullicio y los grupos no son de más de 3 o 4 personas. Todos parecen formar pequeñas islas a las que parecería no importarle el resto.
A todo esto la cola se ha movido y mientras recibo mi ticket, a mis espaldas, la discusión continúa porque Mai no está dispuesta a resignar su helado de dos colores. Salí ya de la cola y unos pasos más adelante espero que me sirvan el helado. Escucho aún la discusión del cajero con el hermano de Mai porque el dinero no alcanza… “Además te dije que no los quiero dentro del salón” le recriminan y él responde, respetuosamente, que su hermanita lo comerá afuera. Dos lagrimones ya ruedan por los ojazos de Mai, que no se resigna a no tener su helado, mientras la negociación sigue con el señor de la caja. Los ojos del hermano de Mai están algo desorbitados y se siente mal sabiendo que todos lo miran… solo recrimina a su hermana para que no llore.
Finalmente y luego de haber dejado un dinero sobre el mostrador de la caja, aguarda a un costado y al rato le traen el helado a Mai. He retirado mi helado y estoy sentado en unos bancos del exterior del negocio, las mesitas individuales están repletas.
Mis ojos están enfocados en Mai que disfruta ahora del helado. Algunas lágrimas todavía bordean sus ojos, pero estos están ahora encendidos y regalan todo su brillo a aquel casi minúsculo helado de dos colores. Está sentada en cuclillas en la vereda, del lado de afuera del local y donde no hay mesas, y apoyada contra el vidrio,
Está frente a mí, pero no me ve. Tampoco ve a su hermano que ya ha vuelto a la esquina. Está sobre la senda peatonal y, de frente a los autos, revolea las pelotitas de color fluor cada vez más alto y con mayor velocidad. Hasta con bronca se podría decir.
Mai, a primera vista, es la cara de la alegría. Sus ojos grandes y negros se convierten en transparentes donde uno puede empezar a ver todo su dolor interior,  su falta de niñez, aquellas lágrimas que brotaron porque no podía comer un helado como cualquier otro niño y que todavía deambulan por su rostro.
Esos ojos no tienen secretos, están perdidos en la ciudad y forman parte del paisaje cotidiano en el que vivimos. Ella es uno de miles de nuestros niños que muchos ojos parecen no ver. Hoy quedan afuera de una heladería con la misma simpleza que mañana quedaran afuera de la vida. Y parece que nosotros, a veces, no tenemos ojos ni siquiera para ver que esto está pasando.

                                                                                Adolfo A. Pedroza/Rosario/Santa Fe
                                                                                                                                                       (Dic.2010)